Para intuir la vida y conocer la obra del inefable Rafael Lasso de la Vega (Sevilla 1890-1959) ya es imprescindible acudir al tomo casi cúbico de Juan Manuel Bonet editado por Comares. Pero ayer en el primer acercamiento por el camino de una Antología, le leíamos esta frase al vate:
" —D´Annunzio y yo no nos entendimos nunca ¿Y sabéis por qué? Muy sencillo: yo montaba a caballo mucho mejor que él... Gabriele, en equitación, presumía de tener una escuela austríaca depuradísima. Yo montaba lisa y llanamente a la andaluza. Más de una vez causé verdadera impresión entre los romanos elegantes del corso de Villa Borghese... ¡No me lo perdonó nunca! "
Lo menos importante es la falsificación de la anécdota, como es probable; lo mejor es la propia invención de Lasso, que planificó la cronología de su obra como le hubiera gustado que fuera y que hizo de la vida propia su mejor tomo de poemas. A pesar de esto, es gratificante descubrirlo primero apóstol del Ultra, y siempre versificador de trasfondo clásico, que todo parece haberlo escrito apoyado en una columna dórica.
El párrafo procede del prólogo imprescindible de la Antología (pag. 17) que en 1975 preparó Joaquín Caro Romero para la colección Adonais. Por cierto, que algunos los mas interesantes ejemplares de esa colección, inencontrables aún en librerías de viejo, los tiene la propia editorial Rialp. A mi me han traído del almacén, intonso y como recién cosido, este ejemplar de más de treinta años.
En la imagen, D'Annunzio en los jardines de la Villa della Capponcina de Florencia, sobre 1919.